domingo, 13 de octubre de 2013

DEL MALEFICIO DE LA HIPERINFORMACIÓN A LA QUIJOTIZACIÓN DE SANCHO PANZA

En el momento histórico que estamos viviendo, y gracias a las Tecnologías de Información y Comunicación, el flujo de datos e información es extraordinariamente gigantesco alcanzando niveles que superan la capacidad de manejo y organización de la mayoría de los ciudadanos del mundo sin importar su nivel académico. Los avances en la ciencia y el consecuente desarrollo tecnológico abre un mundo de posibilidades nunca antes experimentado por hombre alguno. En base a ello, el conocimiento ha cobrado una importancia cardinal en la vida del hombre de hoy hasta el punto que se piensa que hemos entrado a la sociedad del conocimiento, donde el desarrollo de la ciencia en todas sus modalidades permea la vida cotidiana de gran parte de la población mundial de forma directa o indirectamente. Esta situación descrita supra impone la necesidad de ampliar los espacios de reflexión a partir de un mayor número de fuentes de formación e información para mediar heutagógicamente aprendizajes con la finalidad de que todo ciudadano pueda incorporarse con sus ideas e inteligencia a la vida en sociedad que se caracteriza por el cambio constante y la innovación; sin abandonar los espacios individuales de encuentro consigo mismo. Es así como las nuevas tecnologías, y las redes electrónicas de información han maximizado las posibilidades de acceso al conocimiento organizado, relacionado y contextualizado. En este contexto, el flujo de datos, información y conocimiento ocurre con tal rapidez que los niveles de obsolescencia se presentan en periodos cada vez más cortos. El tsunami de información que enfrentamos a diario supera con creces nuestras posibilidades de manejo consciente de información aturdiéndonos al punto de generar en nosotros estados patológicos de perturbación como el estrés cognoscitivos, la bulimia y la anorexia informativa, la hiperansiedad, entre otros. El hombre de hoy vive infointoxicado por la gula informativa o el alto consumo de datos a medio digerir e información trivial e insignificante; esta situación nos presiona para tratar de mantener el control de las actividades que ocurre en nuestro entorno, llevándonos a un comportamiento de hordas que avanzan sin rumbo ni sentido hacia el horizonte. Esta cantidad abrumadora y maléfica de hiperinformación se contrapone a la posibilidad de generar redes de conocimiento activo y dinámico que pueda activar el tránsito de la visión ingenua a la visión ontoepistemológica; siendo la poesía y el arte en general un camino para afrontar el maleficio de la hiperinformación. A manera de metáfora podría comparar este proceso al paso de la niñez a la adultez como propuesta para desbrozar caminos y horizontes. El maleficio de la hiperinformación se constituye en una suerte de embrujo que nos compele a creer que tenemos absoluto control sobre el multiuniverso que nos rodea y que ya sabemos lo suficiente y necesario para sobrevivir en nuestro mundo de distinciones. Para no sucumbir ante el mar turbulento, dinámico e incesante de información es imperativo mantener una actitud abierta y optimista; y una visión no dogmática para leer la realidad desde una perspectiva transcompleja. La miríada de información disponible y una actitud de capitulación conforman una receta que puede llegar a constituirse en un obstáculo epistemológico en la organización de los recursos cognoscitivos, para generar una visión relacional y en la contextualización que lleve a la arquitectura de un proceso en construcción de conocimientos ecológicamente útiles. El abordaje reflexivo, relacional y sistémico es un camino que invita a recorrer los vericuetos, las veredas y laberintos de lo utópico y lo ucrónico donde la serendepia está siempre latente. Este camino implica la aproximación poética que no contradice sino complementa el proceso de construcción heutagógica del conocimiento, tal cual sucede entre Don Quijote y Sancho Panza. La construcción de conocimiento desde espacios de reflexión de nuestros haceres y vivires deviene en un flujo luminoso, creador de posibilidades que cual mosaico polifónico toca sublimemente el alma y nace así la sensación de estar ante una obra de arte donde lo grande y lo pequeño se confunden recursivamente en un ir y venir fractálico cual red neuronal. La construcción de conocimiento en un contexto signado por la hiperinformación posibilita una visión de conjunto de actos altamente relacionados que pretenden desacralizar lo dado para que emerja lo que emerge cuando emerge lo que emerge en un acto de creación descontrolada haciendo visible aquello que a pesar de estar visible no se ve. El relacionamiento contextualizado da lugar a un pensamiento ontoantrópico que se desborda en un espacio reticulado y, a la vez, caótico que devela el maleficio de la hiperinformación abriendo horizontes de interpretación y comprensión que sorprenden al propio pensador y que lo llevan a comprenderse en el intento de comprender al otro en una relación trans-subjetiva. Romper el maleficio que impone la hiperinformación y abandonar la sensación de desasosiego ante un mar abierto de información nos lleva necesariamente a pensar lo pensado asumiendo que el caos propone una posibilidad de creación y re-creación sin límites ni fronteras previsibles; es decir, romper un maleficio es un acto poético. Viajar en la poesía implica, de alguna manera, crear un mundo de distinciones nuevo y relacional donde lo simple y lo complejo forman una unidad de cogitación en la cual estar dormido o despierto da igual. En este orden de ideas, el fenómeno no es más que un sinnúmero de experiencias posibles en un intento de dialogar con el entorno y con uno mismo al mostrar la propia experiencia; en este punto la ciencia se constituye en literatura, en arquitectura … en una obra de arte. El maleficio de la hiperinformación nos compele a ser enseñados en cautiverio negándosenos la posibilidad de crear nuestro propio mundo de distinciones, nuestras propias metáforas y alegorías, nuestra hermenéutica. Para finalizar, deseo afirmar que la reflexión sobre los propios haceres es, a ratos, caprichosa, autónoma, independiente de quien reflexiona, creadora de vínculos insospechados que canaliza la tensión de la vida diaria hacia sistemas relacionales de equilibrios dinámicos en una suerte de oxímoron que guarda en su seno la semilla de la inestabilidad de todas las otras posibilidades donde lo real y lo ucrónico se abrazan tal cual se abraza un jinete a un caballo salvaje. albertorojasg@gmail.com 0414-465-12-95

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